domingo, 23 de noviembre de 2014

Los miasmas homeopáticos

Uno de los conceptos más interesantes y también controvertidos de las teorías homeopáticas es el concepto de miasma.

Un miasma es, según Hahnemann, la impregnación de determinadas enfermedades, que han supuesto azotes sanitarios de la humanidad, en una especie de memoria celular que las conserva minimizadas; es decir, representarían algo así como una memoria resumida de una enfermedad. Para Hahnemann, los miasmas fundamentales son tres:

  • la psora, que procedería de la impregnación de la sarna y las enfermedades parasitarias de la piel trasmitidas por insectos y parásitos y que se caracterizaría por la hipofunción, debilidad y también por su contrario, lo que hoy llamamos hipersensibilidad.
  • la sycosis, que representaría la impregnación de la gonorrea en la memoria celular universal, se caracteriza por la proliferación-perversión en forma de quistes, tumores, verrugas... pero también en el plano mental estaría relacionada con lo que hoy llamamos obsesividad, hiperactividad o reacciones exageradas a acontecimientos de la vida que desequilibran la sycosis. 
  • la sifilis, que estaría relacionada con la infección sifilítica y que se caracteriza por la destrucción y la necrosis. En el plano físico se manifestaría por úlceras y hemorragias, y en la mente por destructividad y demencia. Las enfermedades degenerativas y autoinmunes son la manifestación patológica de su desequilibrio, así como las enfermedades mentales más destructivas como algunas formas de esquizofrenia.
En realidad, el concepto de miasma no equivale a la enfermedad completa que representa sino, más bien, a una predisposición.

La idea homeopática va más allá del concepto de fatalidad genética, pues incluye en su conceptualización a los planes del organismo, según los cuales, la enfermedad y sus manifestaciones serian la forma en que los planes de la propia vida se manifestarían cuando entran en contradicción con los planes del individuo; es entonces cuando se produce esa disonancia que pone en marcha de forma intempestiva, lo que en otro lugar he llamado arquetipos celulares (inflamación, necrosis, apoptosis y mitosis).

Y es precisamente en esos planes donde opera la homeopatía, a través de medicamentos que, diluidos y homeopatizados, dan lugar precisamente a patogenesias (enfermedades) que son las que el organismo precisa externalizar para, paradojicamente, alcanzar así la salud.

Dicho de otra forma: un remedio homeopático no se corresponde a una personalidad sino a una patogenesia, es decir, a una toxicidad que se parece a la que provocaría un medicamento determinado a dosis ponderales. Cuando decimos que tal persona es Ignatia, lo que estamos diciendo es que presenta una serie de síntomas parecidos a los que provocaría la intoxicación por Ignatia Amara, una planta tóxica que ya no se usa en medicina salvo en su forma homeopática.

El remedio homeopático que mejor se ajusta a cada cual está relacionado con el miasma especifico y existen remedios para cada cual, algunos de los cuales entendemos como drenadores, es decir, medicamentos que además de constituir remedios para una patogenesia, son universales para el miasma concreto. Así:

  • Sulfur es un buen drenador de la psora junto a Pulsatilla o Natrum muriaticum.
  • Thuya o Medorrynum lo son de la sycosis y la tendencia a la proliferación.
  • Mercurius o Syphillinum lo son de la sifilis junto a Nitricum Acidum.
  • Tuberculinum de la tuberculosis
  • Y Carcinosin lo es del miasma del cáncer que se supone es una mezcla disarmónica de todos los demás.
Pero además de eso existen medicamentos que ejercen su influencia en los tres miasmas, pongo el caso de Phosphorus o Natrum muriaticum que pueden provocar virajes entre ellos. Así hablamos por ejemplo de las tres caras de Phosphorus:

  • Un rostro psórico caracterizado por la compasión, la empatía y la cooperación y los temores (o la falta de ellos).
  • Una cara sycótica presidida por la obsesividad, pero también por la hipomanía, el hipererotismo o la hiperactividad mental.
  • Un plano sifílitico -phosphorus apagado- presidida por el agotamiento.
Un tratamiento homeopático deberá ir siempre acompañado de un complementario miasmático, que asegure el drenaje de los virajes hacia otro miasma diferente al que se manifestó, teniendo en cuenta que cada paciente particular puede poseer, en estado latente, diátesis que no se hayan manifestado aún debido al predominio de un miasma sobre los demás.

Cada ser humano adulto puede albergar en este sentido una sorpresa a la hora de manifestar su enfermedad, que es empujada a la transformación cuando damos un medicamento homeopático.

Y a mi me parece que precisamente este concepto de transformación es el que vale la pena rescatar de las antiguas conceptualizaciones de Hahnemann para ponerlas al día.

Significa que un individuo adulto cuando enferma, está presentando algo que podemos objetivar, se trata de los síntomas. Pero esos síntomas a su vez pueden representarse como patogenesias con distintos orígenes o planos. Un individuo va a presentarse en la consulta con una mezcla de planos bien diferentes que tienen distintos significados, planos que son como capas de cebolla de sucesivas aposiciones patogenésicas y que el médico ha de aprender a discriminar a fin de poder ayudar a su paciente.

Diferenciando sobre todo las modalidades, de los rasgos y los constitucionales, la homeopatía debe aspirar siempre a tocar lo constitucional, el plano más profundo, que es el plano que al moverse generará cambios significativos.

Hay que ir de afuera adentro, es decir de lo más reciente a lo más antiguo, de lo mas superficial a lo mas profundo, a fin de evitar las agravaciones y, sobre todo, de eludir los bloqueos.

Hablamos de bloqueo cuando un medicamento que parece bien elegido no hace ningún efecto. La causa mas frecuente de bloqueos es porque existe otra patología más reciente que se ha añadido a la anterior y que precisa resolverse antes de abordar la nuclear.

Tratar homeopáticamente a alguien es algo muy similar a una disección anatómica o a  desnudarle: hemos de quitar la ropa mas externa si queremos llegar a ver al paciente desnudo, tal y como era cuando aun era un niño y aun no había sido contaminado por los automatismos que nos apresan a nosotros los adultos que somos una aposición de múltiples patogenesias adheridas y que son las responsables de las contradicciones y polaridades de nuestros síntomas.

Extraído de neurobudismo.wordpress.com

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